Juntas por la calle, el viento empuja el carro con más fuerza que mis brazos, aprieto con fuerza, aire que suelta mi pelo de las horquillas, te acerca el frío, introduce motas de polvo en los ojos, frunzo el ceño y lo notas. Tu cara despide la sonrisa y abrazas la tristeza.
Mi angustia es la tuya.
Mi pena es tuya.
Espero que no heredes mi desagradable capacidad de hacer físicos mis dolores de corazón.
Y ahora comienza a llover, el agua cala mis pies y los mechones de pelo que volaban se pegan a mi cara con las gotas que resbalan.
Quiero protegerte con el plástico sobre tu capota, pero el viento lo lanza hacia arriba y de ahí a la carretera. Freno el carro, espero que no pasen coches y termino arrastrándome bajo un seat aparcado para rescatar tu protector de la lluvia. Mientras, las dos mojadas.
Ya colocado, tú protegida, avanzo. Por mis mejillas caen gotas desde las nubes y desde mis ojos. Me miro los pantalones llenos de barro tras arrastrarme por el asfalto mojado.
Cansancio, pena, rabia. Siento que lo desagradable externo de hoy es un reflejo de mi pena por dentro.
Tú lo sientes.
Y ahí, justo ahí, cuando veo en ti reflejado mi pesar es cuando para de llover.
Cuando destapo tu cabeza y quito los mechones mojados de mi cara es cuando el viento retira las nubes y, de repente, ese mismo viento nos regala una lluvia de pequeñas flores blancas sobre nuestras cabezas y brazos.
Un árbol se desprendió de ellas para cambiar nuestro día.
Siempre me encantaron las metáforas, entre letras y en la vida. Las pienso en los acontecimientos más cotidianos de mi vida.
Las flores.
Tu pelo con flores blancas.
Tu risa.
Mi risa.
"Lluvia flores, mami"
Tu voz.
Tu alegría.
Tus ojos que reflejan ilusión, entusiasmo con cada detalle.
Mi pelo lleno de flores blancas que provocan tu sonrisa, la que me devuelve la felicidad.
Lluvia de flores que trae alegría a la misma velocidad que se lleva la pena.
Viento que empuja la tristeza para traerme perspectiva, enfoque.
Suerte la mía que las heridas por ilusiones desvanecidas puedo curarlas con tu risa.
Así, frente a ti, te miro y veo mi fuerza.
Mi suerte, la que me regaló nacer aquí y no allí.
Mi suerte, la que te trajo a mi.
Mi suerte, la que hizo que aparecieran en mi vida varios ángeles de la guarda que me cuidan desde otras fronteras.
Mi suerte, la que trabajé. La que luché. La que me gané para tener a mi lado a la mejor persona que conozco. La que trabajo cada día para mantener cerca a mis pilares.
Todas esas suertes son mías.
Todas esas suertes. Ellas y tú trajisteis flores blancas a mi mañana.
Y así, el viento se llevó los días de pesar y las lágrimas. Así, el viento trajo otra vez las flores blancas, las risas y la alegría de siempre.
Así, las flores blancas me hicieron fuerte otra vez. Me devolvieron la calma y la paz.
Así se cierran etapas difíciles y momentos tristes.
Esta vez fue en forma de lluvia de flores blancas. Bienvenidas.